sábado, junio 23, 2007

N'Alcordanza: La Jornada

Comienzo el día dirigiéndome a mi puesto de trabajo normal, un colegio en Avilés. La sombra mental imponente del concierto de esta noche no se aparta de mí durante los 35 kilómetros que hay de mi casa al colegio. Hoy es el último día de clase y los niños se van pronto. Llega la primera de las emociones fuertes del día. Algunos de los pequeños no estarán ahí el año que viene por circunstancias de la vida, o quizá seré yo quien cambie...

Siempre echaremos de menos a los que han tocado nuestras vidas. Para algunos puede que sean unos pequeños estudiantes. Para muchos, especialmente en el día de hoy, las personas que nos tocan el corazón son Igor Medio y Carlos Redondo.

Y digo SON, no "eran". Digo NOS TOCAN, no "nos tocaron". Siguen haciéndolo día tras día.

Y así, cuando a las pocas horas me encuentro de nuevo en mi casa, una vez está todo preparado para cuando llegue la hora de irse hacia Gijón, me encuentro matando el tiempo releyendo el libro que recopila las tiras de La Familia Castañón, de Igor Medio. Y me pregunto cuántas familias enteras se acercarán esta tarde a la playa de Poniente.

Un poco menos de dos horas antes del inicio previsto para el concierto, recojo a dos amigos y partimos hacia Gijón. Se nos nota expectantes y la conversación es animada, tanto que mi piloto automático se activa y acabo otra vez en dirección a Avilés en vez de a Gijón. Unos pocos kilómetros extras y una carretera desconocida (a veces es bueno abandonar las autopistas), llegamos a Gijón.

Poco a poco van apareciendo músicos y público. A pesar del gran número de personas (músicos, técnicos, seguridad, montadores, presentadores, organizadores...) que toman parte en el evento, los acontecimientos se van sucediendo con calma.

El lugar del concierto y las condiciones en las que se desarrolla son prácticamente insuperables; escenarios enormes, una zona espaciosa detrás del escenario para los músicos con comida y bebida y suficientes lugares donde sentarse y descansar, calentar motores o símplemente charlar.

Y empiezo a ver caras conocidas: Miembros de Los Gatos del Fornu, que abren el concierto, los técnicos, Slaven y Sergio (al que no se mencionó en estás páginas por error), la gente de Musical Marcos, Rafa Kas, Ruma... y también gente a la que conoces en persona por primera vez: Cástor y Felix Castro, Edi Wood, Dudu Puente... Rápidamente queda clara una cosa. Hoy no es cuestión de grandes estrellas. Tras el escenario no hay camerinos especiales ni categorías. Sólo buen ambiente.

Tampoco hay separaciones. Mi bouzouki se instala en una de las tiendas, al lado de los instrumentos de la Bandina'l Tombo y de algunos de los miembros de Los Gatos del Fornu. A un lado están los intrumentos de varios músicos de rock a los que no conozco, pero nadie reclama el sitio como suyo. No es el espíritu del día.

A pesar de que la TPA va a grabar el concierto, algunos tenemos miedo de que muchos de los temas que se van a tocar hoy se queden sólo en el momento puntual. Merece la pena que todo el montaje pueda verse. Me instalo en la tarima de minusválidos después de enseñar la acreditación (en la que se lée apropiadamente "Toi Acreditáu / Artista") dispuesto a grabar lo que pueda para que algo pueda acabar en Youtube.

Desde la posición aventajada voy viendo llegar multitud de caras conocidas, otras no tanto. A primera hora de la tarde el público va llegando con cuentagotas. Según transcurre la tarde, cada vez se ven más cabezas. Cuando se haga de noche habrá un mar de personas que se desplazará lévemente de un lado al otro, según sea el concierto en un escenario o en otro.

Y comienza la música. La música que nos dejan Igor y Carlos. En el escenario folk abren Los Gatos del Fornu y el primer tema que suena me toca directamente, Beneros, un tema arreglado por Daniel Díez, Igor Medio y yo mismo cuando estaba en el grupo. Es el primer toque emocional de la jornada a nivel personal. Supongo que cada uno de los músicos y la mayoría del público habrá tenido sentimientos parecidos en un momento u otro de la noche.

Los Gatos y después la Bandina'l Tombo se pelean un poco con el viento, que parece que no quiere dejar que los conciertos se desarrollen con normalidad. Al final, hasta los elementos se someten al ambiente y todo va sobre ruedas.

Aprovecho los momentos en los que la acción pasa al escenario de rock para bajar de la tarima y disfrutar del concierto con amigos y conocidos o hablar con gente en el backstage. En una de esas soy raptado por una cámara de la TPA y me las arreglo para balbucear unas ideas de manera semi-coherente sobre todo el trabajo que ha significado organizar el concierto para mucha gente y sobre lo que Igor y Carlos aportaron (y aportan) al mundillo musical asturiano. Me preguntan si la música en Asturias está ahora mejor o peor que hace 25 años. Yo digo que la música siempre va a más. La industria discográfica NO es la música.

Felpeyu Old Stars, que más bien parece Felpeyu All stars con gente de la formación actual y con un Xel Pereda que acaba de llegar de Benavente literalmente minutos antes de salir al escenario, nos hace volver a escuchar Cuquina en directo. El reencuentro es muy satisfactiorio. Cuando tocan l'Alcuentru le comento a un amigo que es uno de mis temas preferidos. Me doy cuenta que una buena parte de los temas que se tocan hoy en el escenario folk están entre mis preferidos.

No quiero despreciar lo que sucede en el escenario pop/rock, pero la carga emotiva personal es mucho mas fuerte en el otro. Sin duda, las mismas sensaciones que vivimos los que estamos en la parte folk del concierto tienen su paralelismo a escasos metros de distancia.

Salgo corriendo mientras Mamy Carter comienza su parte del concierto porque me toca salir con Tejedor en cuanto terminen. Tenemos un problema. Horacio García, el bajista, llegaba en teoría 45 minutos antes del inicio del concierto, pero se retrasa el bus y no está a la hora de empezar. Todo debe seguir adelante y salimos sin él. Empezamos con los Xiringüelos de Tierra. Mi monitor se acopla, así que me olvido de él y sigo tocando. En ese momento sientes que ni siquiera la tromba de agua más grande conseguirá que pares. Después, unas Muñeires pa Gordon Duncan, otro músico fallecido, que hoy me suenan un poco menos emotivas. Y después, Llevántate Neña. Independientemente del sentido de la letra, tristemente apropiado, me encuentro feliz en el escenario, deseoso de que esa felicidad motivada por el aspecto más puramente musical del momento se pueda de alguna forma transmitir a quienes los escuchan.

En ese momento, encima del escenario, tomo la determinación de que este tema no puede quedarse aquí. Felpeyu no va a tocarlo más, al menos de momento. Este tema, y muchos otros, hay que "adoptarlos", darles nueva "casa" y seguir transmitiéndolos.

Horacio llega justo cuando estamos tocando la última canción. Eso es mala suerte. No me quiero imaginar cómo me hubiera sentido yo en su lugar.

En este momento del concierto va todo absolutamente sobre ruedas a nivel organizativo. Incluso los supuestos cinco minutos de cambio entre un escenario y otro no se están cumpliendo porque siempre está todo preparado para que el cambio sea instantaneo.

Es ahora cuando, charlando entre bastidores, me doy cuenta de que voy diciendo "estamos respetando los tiempos" y no "se están respetando los tiempos". El concierto no es algo ajeno. A pesar de haber salido ya al escenario, sigo sintiendo el concierto como algo mío. O más bien, de todos. Y me parece que el resto del personal implicado comparte mis sentimientos.

El grupo liderado por Toli Morilla suena como un cañón mientras lo veo desde la tarima. Es uno de los grupos creados ex-profeso para la ocasión, pero suenan como si llevaran toda la vida tocando juntos. A estas horas, la afluencia de público comienza a ser mayor y ya no es fácil moverse de un lugar a otro entre grupos.

N'Arba se reune en el escenario y nos obsequia con los Tres Arbolinos, de Igor y Lisardo, en una versión sencilla pero a la vez cargada de energía. A todos nos quedan ganas de ver más a N'Arba por los escenarios y el público responde efusivamente al ya famoso El Cura Ta Malu, arreglándose para organizar un corro en un lugar en el que parece imposible que quepa un alma.

Con Llan de Cubel llega el que para muchos de nosotros es uno de los momentos más duros y a la vez más edificantes de la noche. Si antes podíamos admirar a Xel Pereda y a Elías García por su calidad musical, ahora también podemos hacerlo por su dedicación y su entereza. Elías llegará a participar 3 veces en el concierto, con tres grupos diferentes, cuando podría estar en el hospital con su padre. Pero está encima del escenario. Y Xel tiene la fortaleza testicular de tratar de cantar Los Fayeos de Mayo. No lo consigue. Y creo que nadie podría. Pero no importa, porque todos los que estámos abajo conocemos la letra. Podemos cantar.

El grupo de músicos encabezados por Ramón Prada, que se subía a un escenario por primera vez con un bajo como instrumento, dan varias vueltas de tuerca a Nun Quiero Coyer la Flor y al Estás en New York de los Locos. El público no se esperaba ver a Chus Pedro cantando un tema de los Locos acompañado de una melodía de zanfona y del resto del grupo. Ya fue más convencional el Chalaneru, y el público se unió a los músicos cantando.

A estas alturas el concierto no es ya en memoria de Igor y Carlos, es una celebración de la vida y la obra de los dos músicos.

Antes de subirse al escenario, la gente de Corquiéu me dan una alegría. Los dos temas de la obra de Igor y Carlos que interpretan hoy van a pasar a formar parte de su repertorio normal. Pocas cosas me pueden hacer más feliz en ese momento. Con suerte, no serán los únicos que incorporarán los temas que tocan hoy a sus conciertos normales.

La otra sorpresa de la noche llega con la proyección de dos temas grabados por Felpeyu para un programa de TV australiano. Muchos no hemos visto ese video y nos asombra (y a la vez entristece) ver la garra y las ganas de tocar de todo el grupo, con Igor y Carlos aún ahí. Algunos nos vemos forzados a ignorar el frenético pero impecable ritmo de los temas para buscar unos pañuelos o confortar a los que tenemos a nuestro lado.

Y entre sets de Los Locos, acompañados por gente de multitud de grupos, reaparece Felpeyu en el escenario folk. Aunque ya han actuado delante del público, esta es la prueba de fuego. Nunca fui bueno estimando la cantidad de público, pero había varios miles de personas escuchando las últimas intervenciones.

Felpeyu suena. Suena diferente, pero la esencia es la misma. El grupo se ha reconvertido para seguir adelante. Y a pesar de todo el trajín, del ajetreo, del trabajo o del stress que supone estar involucrado al 100% en el concierto como lo están ellos, la música suena. Y sigue.

El concierto termina a la hora exacta a la que estaba previsto el final. Y se le queda a uno una sensación muy extraña. Por un lado está la congoja que nos produce el hecho de que Igor y Carlos ya no están con nosotros. Pero por otro está la satisfacción de haber formado parte, aunque sea un granito de arena, en un evento de unas dimensiones y características desconocidas en Asturias hasta el momento. La satisfacción de saber que la música de Igor y Carlos sigue viva tanto en nuestros CDs y reproductores de música como en nuestros instrumentos. La satisfacción de saber que es posible llegar a tocar las vidas de otras personas con la música, porque ellos hoy lo han hecho. La satisfacción de ver el excelente ambiente entre músicos. La satisfacción de comprobar que se puede organizar un evento de estas proporciones y que el público se comporte además de forma absolutamente impecable, sin incidentes.

Parece bien claro que lo bueno supera con creces lo malo. Ahora la pregunta es ¿Podemos continuar con este ambiente el resto de nuestra vida? Yo creo que sí.

Quiero dedicar unas últimas palabras para reconocer el insuperable trabajo de todo el equipo de sonido, luces, seguridad, organización, backline, catering, periodistas, cámaras, realizadores etc... que se desvivieron por sacar adelante una empresa monstruosa y al final lo consiguieron. O lo conseguimos, pues los ganadores fuimos todos. Incluidos Igor y Carlos.

Cuando ya estamos recogiendo para marcharnos, aparece Slaven Kolak, que junto con Sergio Rodríguez fueron probablemente las dos piezas clave del éxito del concierto. Los músicos se suben al escenario alrededor de 20 minutos, ellos estuvieron tras las consolas de mando todo el día y las pruebas de sonido del dia anterior. Felicito a Slaven por la labor realizada y sus respuesta es: "He disfrutado muchísimo". Da gusto estar rodeado de gente así.

Termino acordándome especialmente de Sonia, la madre de Igor, de Lorena Caro, de Sara y de los hijos de Carlos Redondo. No creo que hiciera falta un festival así para que conocieran el impacto que Igor y Carlos tuvieron en las vidas de muchísimas personas, pero ahí están los hechos.

Alberto Ablanedo.

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Pronto comenzarán a aparecer por Youtube varios videos de la parte folk del concierto. No estará todo, pero una ocasión así merece la pena recordarla.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Y yo -que me fue imposible estar allí- no puedo evitar emocionarme y sentir la música entre tus líneas.
Gracias.

Anónimo dijo...

Gracias por hacerme "sentir" tanto con tus palabras, pese a no haber estado alli... Gracias

Fere dijo...

No pude estar el sábado. Te agradezco en el alma esta crónica. Gracias, Alberto.

Anónimo dijo...

Muchas gracias por la crónica: cada concierto, sentimientos propios, sentimientos generales, imágenes... los estudios también me impidieron ir al concierto pero sin duda que la música seguirá recordando a dos músicos. En algún sitio he leído eso de que "las personas mueren pero su música permanece"

Gracias por la crónica, Alberto

Anónimo dijo...

Gracias por esta sentida cronica. Yo si estube alli y se palpaba en el ambiente la presencia de Igor y Carlos. Como tu dices, mientras su musica suene permaneceran con nosotros. Vosotros que sois musicos,¡no dejeis de tocar su musica!.Gracias por hacernos sentir que estan vivos.

Anónimo dijo...

Yo también quiero darte las gracias por hacernos sentir a los que nos estuvimos como si hubiéramos ido.
El recuerdo de Ígor y Carlos permanecerá para siempre con nosotros y este concierto se lo merecían ellos y el resto de los felpeyus.