martes, enero 08, 2008

Da igual 40 que 4000

Una de las cosas interesantes que tiene la música en directo el hecho de que existe la posibilidad de que se creen ciertos lazos emocionales entre público y músicos. La música afecta al público, el público disfruta, lo exterioriza bailando o cantando y los músicos disfrutan aún más. Es fácil imaginar el subidón de adrenalina que se puede experimentar cuando hay cientos de personas reaccionando a lo que uno está tocando.

Sin embargo, la misma situación se puede dar a la inversa. Ante un público escaso o que exterioriza poco las reacciones es fácil caer en el “no estamos gustando” o el “no merece la pena esforzarse”, desanimarse y dar un concierto menos bueno por ello. El mismo grupo puede sonar de forma totalmente diferente en diferentes circunstancias.

Cuando yo estaba tocando en Llangres esto nos pasaba con frecuencia. Guardo un grato recuerdo del concierto que tuvo lugar en el Festival Intercéltico de Sendim, en Portugal, delante de un par de miles de personas que disfrutaron de verdad del concierto, compartiendo cartel con La Musgaña y Hedningarna. Con el público más que animado, a algunos de mis por entonces compañeros de grupo sólo les falto saltar al público del entusiasmo. Tiendo a tratar de ser lo más crítico posible conmigo mismo, pero ese concierto es de los mejores que dio Llangres en esa época. Sin embargo, la otra cara de la moneda está ahí. En los conciertos en centros sociales donde los asistentes se podían contar sin mucho problema (y en poco tiempo) éramos mucho menos consistentes.

En otra ocasión, tocando en Béjar con Los Gatos del Fornu, sucedió una de esas cosas que a veces no te puedes creer a menos que la vivas en directo. El día anterior habían tenido que suspender un concierto de Los del Rio debido a la lluvia, pero de alguna manera la organización se las arregló para aplazarlo hasta el día siguiente. Se recolocó a los de la Macarena en medio de la Noche Celta que había en el programa. El cartel: los cántabros Atlántica, Los del Río y, cerrando, Los Gatos del Fornu. Señores, puedo presumir de que Los del Rio fueron “teloneros” de uno de mis conciertos.

Atlántica tocó delante de más de 4000 personas que, sin duda, estaban esperando para bailar La Macarena. Aún a sabiendas de eso, nosotros esperábamos que se quedase bastante gente a vernos. La realidad fue, por supuesto, diferente. De las 4000 personas que vieron a Los del Río, con el frio y lo tarde que era sólo se quedaron unas 40 (en concreto 43 al principio, 37 al final, las conté varias veces). Así todo, quizá por las ganas de tocar rápido para no morirse de frio, quizá porque el público asistente vio su entusiasmo aumentado por medios alcohólicos o porque esas 40 personas de veras se estaban divirtiendo, ese día en Béjar los Gatos del Fornu dieron uno de sus mejores conciertos de mi época con el grupo.

Personalmente soy relativamente inmune a esto. Afortunadamente, lo que hago me gusta lo suficiente como para ser tanto consciente como capaz de esforzarme lo mismo delante de 5 personas como de 5000. No es lo mismo, obviamente, pero es lo que se debe hacer. También me pierdo el caso contrario y no lo hago mucho mejor si el público está entregado. Eso sí que es una pena…

Poco a poco da la impresión de que vamos tendiendo a no dejar que un público frio o escaso nos afecte y a dar lo mejor de uno mismo sean cuales sean las circunstancias. Al fin y al cabo, soy de los que creen que cuando solo hay 10 personas en un concierto, esas 10 personas se merecen mucho más ver un buen concierto que una gran masa de gente. Y conciertos como el de Kathryn y Peter Tickell en Avilés en Noviembre lo demuestran. Ante sólo unas 80 personas, los dos hermanos procedieron a dar un verdadero conciertazo. Después del concierto, charlando brevemente, comenté que era una pena que no hubiera más gente. Kathryn Tickell respondió que en estos conciertos es donde de verdad se ve la dedicación de los músicos.

Qué razón tiene.

3 comentarios:

Vítor González dijo...

Aunque sea algo normal que la asistencia de público afecte anímicamente a los músicos, creo que la capacidad de ofrecer siempre lo mejor de uno mismo es lo que marca la profesionalidad de una banda o de un solista.
Feliz añu y graciel pol link ;)

Anónimo dijo...

Quizás en este tema el planteamiento debería ser distinto. Quiero decir, prefiero tocar ante 40 personas que realmente están disfrutando de mi música que ante 300 que pasan de lo que está sonando. Evidentemente se disfruta más cuanto mayor número de gente hay y si están animadas mucho mejor, sin embargo si el grupo es reducido pero realmente están disfrutando (eso se ve en sus caras) te contagian el ánimo. Eso os lo aseguro.
Saludos.

Alberto Ablanedo dijo...

Al escribir esto no se me ocurrió esta perspectiva, un apunte excelente.