lunes, julio 10, 2006

Músicos con "mala suerte"

Se reproduce debajo un artículo de opinión aparecido el pasado 6 de Junio en el diario El Comercio, firmado por el músico Toli Morilla. Para leerlo en su edición original del periódico, pulsar aquí. Antes de aparecer en el periódico, el artículo apareció en el diario de su página web. El texto enlaza temas que se han tocado varias veces en este weblog.

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Siempre que un artista muere en la carretera se habla de mala suerte, de desgracia, de tragedia, y sin duda lo es, como todas las muertes que se producen en las carreteras. Pero en la muerte de Carlos Redondo e Igor Medio, como en otras, la mala suerte sólo ocupa una parte porcentual de las causas que al fin concluyen con el accidente maldito.

Es raro escuchar los términos 'accidente laboral' en estos casos, y la emotividad del dolor y el 'shock' nos impiden expresar algo que en estos momentos puede sonar prosaico cuando no lo es.

Los 'Felpeyos' murieron en un accidente laboral. Murieron porque no viajaban en las condiciones adecuadas, y no viajaban en las condiciones adecuadas porque en esta profesión sólo se alcanzan las condiciones adecuadas a través del respeto y la dignidad que concede el éxito, y no por el sentido común y el respeto y la dignidad que cualquier profesional merece en tanto en cuanto esté realizando su trabajo con calidad y entrega.

Asturias, como otros tantos lugares, es una región que cuenta con un importante colectivo de músicos de todos los estilos. El mercado interior es insuficiente para dar salida a todas las manifestaciones y es además una región 'dura' para ejercer esta profesión, la de músico, porque el inconsciente colectivo asturiano asocia el éxito y la calidad con una proyección exterior, algo realmente difícil cuando no existe una 'industria musical' que pueda competir en condiciones dignas con el resto de propuestas que existen en el Estado español y la total colonización anglosajona.

Cuando lanzas la pregunta: ¿qué es lo que tiene que hacer el músico asturiano vocacional que quiere desarrollarse y ser profesional? Todos responden: «Emigrar o trabajar en otra cosa, y en los ratos libres... si puede, que toque». Desde luego, no es el mejor campo de cultivo para los artistas.

Esta nefasta forma de pensamiento que cierra las puertas al desarrollo cultural, espiritual y social de los pueblos no sólo fluye en círculos poco informados, sino que los gestores elegidos por sufragio democrático también participan de esta estrecha visión del colectivo de músicos asturianos. ¿Cuántas vocaciones han sido truncadas, cuántos sueños rotos?

Por supuesto que no es esta la única razón que puede llevar al subdesarrollo de la actividad musical: el talento y la audacia son decisivos para que esto no ocurra.

En el caso del accidente de Felpeyu, aun a costa de levantar alguna que otra herida, podemos decir que se pueden depurar responsabilidades, al igual que en la muerte por accidente de trabajadores de otros sectores en circunstancias radicalmente diferentes.

Seguro que las responsabilidades no caerán sobre una figura concreta a la que inculpar, pero sí sobre una realidad que no cumple con las necesidades de dignificación profesional que se requieren para minimizar estos desgraciados sucesos.

Felpeyu salió de Corvera después de esperar a que la organización de la Noche de San Xuan solucionara unos problemas causados por una negligente gestión del evento, lo que causó un retraso en la actuación ajeno al grupo y concluyó con la decisión, vistas las circunstancias, de no actuar.

¿Es de recibo que un grupo profesional tenga que esperar un tiempo indeterminado para probar sonido y tocar, debido a problemas de organización ajenos al hecho de actuar?

¿Se puede decir a un grupo profesional que toque aunque sea sin electricidad -véase, ni luz ni sonido- para que al menos parezca que algo pasa en el escenario?

¿Se puede intentar retener a un grupo bajo la amenaza de no pagarles cuando es imposible la realización de la actividad?

¿Es correcto que los músicos profesionales tengan que actuar a las cinco de la mañana para justificar un mal entendido éxito (político) del festival?

Al parecer, así ocurrió.

Son muchas las preguntas. ¿Por qué Felpeyu no llevaba un chófer?

¿Alguno sabe cuál es el comentario probable que se escucharía si el grupo sube algo su caché porque tiene que pagar un conductor? : «¿A éstos subióse-yos el éxitu a la cabeza!». Más de una vez, a los músicos asturianos los han tildado de peseteros en cuanto quieren mejorar su situación profesional.

Sabemos que el 80% de los festivales folk, así como otras manifestaciones que se hacen en Asturias, son gratuitos, no se paga ni un euro por asistir, soportando todo el peso de la producción las ayudas y subvenciones que la Administración destina para tales actividades a las corporaciones locales. Los ayuntamientos necesitan a los músicos para realizar actividades culturales y festivas, y al público para justificarlas y sumar adhesiones en las urnas. Esta paradójica interacción hace que la gratuidad de los eventos sea una norma asimilada por todos, pero un violín no es gratis y un conductor, tampoco. Cuando en esta vida nada es gratis, ¿por qué la música tiene que serlo?

Si se empezara a cobrar una entrada, aunque fuera a precio popular, todo funcionaría mejor, pero el número de asistentes bajaría y estaría mal visto. «Estos quieren forrase a costa nuestra».

Eso sí, ¿barra libre pa los músicos, que beber, bien que-yos gusta!

No exagero nada; además, hay que aguantar que se los prejuzgue poco más o menos que como alcohólicos.

En el Festival de Música Tradicional de Calaf, en Barcelona, poco sabían de las circunstancias en las que viajaban los 'Felpeyos'. No se les ocurrió que por un poco más podían haberlos llevado en un avión descansados y frescos para ofrecer el mejor de sus conciertos. Tampoco al manager, si es que lo había, que así podía vender mejor el bolo al ser más barato viajar en furgoneta sin conductor... En fin, ya digo que no hay responsables directos de esta tragedia, sino una realidad poco favorable.

Felpeyu debía llevar un conductor, pero para eso se debe contemplar la realidad, y ellos, aunque siendo poco favorable, la conocían.

Sabían que los conciertos están mal pagados, aunque a muchos les parezca que los músicos cobran demasiado; sabían que ya lo habían hecho un montón de veces y tenían la confianza que dan miles de kilómetros; sabían que nadie lo iba a entender, querían ir a tocar por encima de todo, a pesar de la humillación de la noche anterior, porque sabían cuál era su trabajo y lo que debían dar al mundo, aunque el mundo no lo supiera y por no saberlo no fueran respetados, pero, como dice la ley, el desconocimiento de ésta no exime de la responsabilidad.

Los músicos también tenemos que cambiar nuestra forma de enfrentarnos a esta realidad y asumir que también somos responsables por nuestra desunión, pasotismo ante los problemas que nos afectan como profesionales e incapacidad para comunicar y reivindicar con efectividad ante la sociedad nuestras necesidades con vistas a hacer que el sector alcance el grado de desarrollo y profesionalidad que es necesario para salir del subdesarrollo.

Por todo esto, hay unas responsabilidades que depurar y, como decía antes, seguramente son los clichés con los que se sitúan a los músicos dentro de nuestra sociedad y un marco evidentemente mejorable que no contempla la total dignidad de los músicos profesionales que no venden millones de discos, ni salen en las cadenas generalistas (obsérvese esta coincidencia: 'generalistas'), ni forman parte del glamour mediático, ni mueven las caderas, ni son 'importantes', ni generan muchos votos.

Por eso, ahora está en manos de todos ser capaces de avanzar hacia el desarrollo efectivo de nuestro sector y pensar que la gente que se sube a este carro lo hace porque sabe que su papel dentro de la sociedad es hacer música, y si al fin su trabajo adquiere relevancia por calidad y buen hacer, contribuir al crecimiento cultural, espiritual y social de su pueblo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Se me ponen los pelos de punta leyendo esto