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La vida del músico tiene aparentemente unos cuantos atractivos que a veces no reflejan correctamente la realidad. No es cuestión de quejarse, pues la mayoría de la gente ya tiene bastante claro que detrás de una actuación de una hora hay una enorme serie de factores que deben ser considerados trabajo también como pueden ser ensayos, aprendizaje, inversión en instrumentos y equipo, puesta en escena o la simple coordinación de toda la gente que hay que movilizar para un concierto y la comunicación con entre ellos. Y, por supuesto, los viajes.
Hace poco tuvimos la ocasión de ver a la banda de Michael McGoldrick en Mieres. La actuación, definida como un superconcierto impecable por algunos medios, estuvo muy por debajo de lo que normalmente ofertan músicos de ese calibre. La razón era sencilla: la total imposibilidad de hacer ensayos debido a los compromisos de los distintos miembros de la banda. Parece ser que McGoldrick, en uno de esos conflictos de fechas que al final se hacen irreparables, hacía el concierto justo antes o plenamente en medio (no me quedó muy claro esa noche) de una gira por China con Sharon Shannon, pero como tenía la fecha de Mieres confirmada desde antes quiso cumplir con todo. Entre ese dato y las obligaciones del resto de los músicos les fue imposible ensayar antes del concierto de Mieres. Así todo fue un buen concierto, donde tenía más valor la capacidad de adaptación y de improvisación de los músicos que el virtuosismo instrumental. Pero pudo ser mucho mejor.
Lo miremos al nivel que lo miremos, el folk (salvo en contadas excepciones) no crea superestrellas que cobran millones. El artista que desea poder retirarse con el dinero que gana dando conciertos tiene que pasarse media vida de un lado a otro en furgonetas y aviones y otra buena parte en hoteles.
Los grupos asturianos pueden no hacer tantos viajes como los actos más punteros del mundo del folk, pero también tienen que hacer una cantidad respetable de kilómetros de concierto a concierto. En muchos casos se cobra casi lo mismo por dar un concierto en Asturias que en Madrid o Andalucía, exceptuando gastos para viajes y estancias. La realidad es que la jornada de trabajo para un concierto en la región puede ser de unas 5 o 6 horas entre viaje de ida, prueba de sonido, concierto y vuelta a casa, mientras que el equivalente a un concierto en mitad de la meseta bien puede llegar a 36 o más.
También podemos hablar de lo difícil que es a veces cobrar un concierto realizado cuando hay ayuntamientos de por medio, donde a veces se tardan meses (e incluso años) en recibir el dinero. Contratar a un grupo acaba siendo como pagar con tarjeta de crédito. O también se puede hablar de cotizaciones inexistentes, seguridad y un motón de cosas más.
Pero lo cierto es que no se puede quejar uno porque en el folk lo tenemos bastante fácil. Las oportunidades que se le presentan a un grupo de folk son infinitamente superiores a las que tiene, por ejemplo, un grupo de rock. En el folk no es nada raro encontrarse con un grupo nuevo haciendo sus primeros conciertos y cobrando una cantidad que si bien puede no ser mucha, si puede ser respetable. Eso aplicado al rock es casi impensable. Cuando un grupo ya de nivel medio puede salir a tocar y no perder dinero, ya se considera todo un logro.
En Asturias, en el folk se puede tener un cierto éxito simplemente siendo decente musicalmente hablando. Se pueden conseguir conciertos e incluso ganar algo de dinero sin dedicarse a ello de manera exclusiva. La realidad de los grupos de rock cambia, ya que la oferta supera ampliamente la demanda. Así, ya no basta con ser bueno, sino que además hay que tener suerte. Tener un éxito moderado con un grupo de rock tiene mucho más mérito que el equivalente de un grupo de folk.
A pesar de que las condiciones de trabajo de los músicos siempre pueden mejorarse, no podemos dejar de tener presente que los músicos de folk somos, en Asturias, un colectivo privilegiado.
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