Esta mañana en la SGAE me he sentido hasta ofendido. Haciendo publicidad de la SGAE, una señorita que había por ahí (trabajaría ahí, supongo) me puso en la mano un juguetito.
Un abridor de CDs.
Si, un aparatito de esos que no es más que un pedazo de plástico con una lengüeta para desencelofanar los CDs precintados.
Y encima con el logotipo de la SGAE.
Sinceramente, me sentí como si me estuvieran llamando estúpido a la cara. Quizá lo saco un poco de contexto y hago una bola de nieve de una tontería, pero la verdad es que mi primera impresión fue que me daban eso porque yo era A) demasiado vago o B) demasiado gilip*ll*s para abrir el precinto de un CD con los dedos. O quizás querían que ahorraramos tiempo al abrir los miles de CDs que íbamos a comprar (con su maravilloso 16% de IVA).
Seamos serios. ¿Cuántas personas esperan a llegar a casa para abrir un CD que acaban de comprar?¿Cuánta gente está dispuesta a llevar el aparato en cuestión en el bolsillo normalmente, en previsión de que exista la posibilidad de comprarse un CD?¿Será que somos raros y no compramos suficientes CDs como para verle la utilidad a semejante maravilla tecnológica?
No sé, quizás debo pasarme por ahí más a menudo. A lo mejor la próxima vez me regalan un ingenio para pelar cacahuetes o un aparato para quitarles las pepitas a las uvas. Y a lo mejor consiguen volverme imbécil perdido de una vez...
Ahora me arrepiento de haberle dado el abridor de CDs al primero que lo quiso. Podría haberle sacado una foto y después proceder a quemarlo de modo ritual.
De todos modos, creo que el abridor tiene un fallo de concepto. No está preparado para abrir bobinas de 25, 50 y 100 CDs, que creo que se venden bastante bien.