Algunas de las canciones o temas tradicionales han sufrido un proceso de selección al más puro estilo darwinista. Se han transmitido de forma oral de unas personas a otras, de padres a hijos, de amigos a conocidos.
En ese proceso se han quedado por el camino múltiples melodías que, por la razón que no han sobrevivido al proceso, probablemente sólo por simples preferencias personales. Imaginémonos una reunión familiar a principios del pasado siglo o una verbena en la que alguien se pone a cantar. Las canciones probablemente no serían todas las que esa persona conoce, sino las que más le agradaban o las que "mejor le salían". Los que escucharon pudieron aprender una de esas canciones y a su vez cantársela a otras personas... Sin embargo, las canciones que no gustaron puede que se hayan perdido de la misma forma. Algunos de estos temas aún pueden ser recuperados mediante el trabajo de campo, pero muchos otros simplemente han muerto con el tiempo. Esa es la naturaleza de la música tradicional.
En la actualidad ya es poco probable que las canciones y las melodías conocidas se pierdan. La era digital nos permite almacenar todos los datos (grabaciones, partituras, documentos) de forma que no tiene por qué perderse nada más, al menos en el mundo occidental.
La pregunta que se puede plantear a partir de esto es la siguiente: ¿Qué es lo que hace que una melodía o una canción haya sobrevivido? ¿Cuales son las características?
Es probablemente imposible responder a eso. Desde la experiencia de muchos músicos consultados, la única explicación relativamente razonada que se puede dar es que muchos temas tradicionales crean una relación directa con la persona que los escucha. Existe un enlace entre ciertas músicas y el público, algo que hace que la persona reaccione al escuchar un tema, sea cual sea su procedencia.
Para ilustrar esto, nada mejor que una experiencia personal. Durante el pasado verano, unas horas antes de un concierto de Tejedor, se estaban eligiendo los temas que se iban a tocar. Al final del concierto estaba previsto que se tocase/cantase la Muñeira de Carcarosa, tema más que manido y repetido dentro del género. Se me ocurrió comentar que ya era hora de ir eliminándolo del repertorio por antiguo, conocido y sobado. Gran error. Rápidamente me comentaron que es uno de los temas que más reacciones provoca en el público, sea donde sea.
A pesar de que tengo la costumbre de preocuparme poco por lo que pasa en el público en los conciertos (y de concentrarme más en lo que hago yo, por si las moscas), esa noche procuré fijarme en la reacción de la gente ante Carcarosa. Efectivamente, fue el momento del concierto en el que el público estaba más metido. Y después de ese día, sucedió lo mismo en casi todos los conciertos, dentro y fuera del Principado.
Temas como ese tienen un algo que los ha hecho sobrevivir en el tiempo, algo que enlaza directamente con el subconsciente de la gente. Unos conectan sólo en su lugar de procedencia, otros pocos lo hacen sea donde sea.
La música (y todo el resto de manifestaciones tradicionales) son de esta el reflejo de una conciencia colectiva, que muchas veces traspasa todo tipo de fronteras políticas o geográficas. Mediante el estudio de estos aspectos que van más allá del nivel mecánico de la música un artista puede crear obras que se asemejen y que se conviertan en parte de la tradición musical, siendo aceptadas por el pueblo como propias.
Por eso hasta ahora han sobrevivido los aptos, pero ahora que la música no va a pasar más por ese proceso de selección puede que tengan que ser los músicos los que lo estudien y lo utilicen en sus nuevas creaciones.
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