Conviene tener en cuenta que algunas (muchas) sesiones son pagadas, aunque no es muy común en estas tierras. En Irlanda, desde el punto de vista turístico, a los dueños de los pubs les interesa tener música en el pub y suelen pagar a dos o tres músicos para organizar una sesión. Ellos llevan la voz cantante en la sesión y suelen tratar de llevar con ellos a algún amigo más.
Exceptuando (en algunas ocasiones, no en todas) este caso, las sesiones representan un momento absolutamente informal en el que una serie de personas que tocan un instrumento se reunen para disfrutar con la música y para tratar de mejorar poco a poco su técnica y su repertorio. La meta es más bien la primera que la segunda. La mejora musical es la simple consecuencia de la práctica. Es difícil no mejorar si se toca regularmente.
DIVERSION Y MUSICA
Esas son las dos premisas de una sesión. Divertirse tocando y avanzar en nuestro particular camino musical poco a poco. Sin la diversion no se entiende una sesión (a menos que haya dinero de por medio, como se ha mencionado arriba). Si no es tocando, es escuchando lo que otros tocan.
DONDE FUERES, HAZ LO QUE VIERES
Cada sesión es un mundo diferente. Los angloparlantes dicen "When in Rome, do as Romans do", o "Donde fueres, haz lo que vieres". Cada sitio tiene sus costumbres particulares. En las sesiones en las que suele tocar un servidor no es costumbre tener preparados sets completos, sino que se suelen ir improvisando los cambios. Además es posible que la persona que empieza un set no lo termine, dejando claro que no se le ocurre otro tema al que pasar y dando la oportunidad a otro a que continue. No es lo normal en una sesión, pero ocurre en este caso. Lo mejor es observar atentamente las costumbres de cada lugar e ir integrándose en ellas poco a poco. Para eso necesitamos...
DISCRECCION Y MODESTIA
Las dos cualidades básicas de un participante en una sesión no tienen que ver con el aspecto estrictamente musical. En una sesión lo que importa es el elemento común a todos los músicos. Hay que intentar que participen todos presentes y no dejar a nadie de lado. Por eso no conviene que nadie sea el protagonista de continuo. Hay que tratar de buscar temas que pueda tocar todo el mundo o al menos la mayoría. Siempre hay momentos para los solos, pero son los menos. Si nos encontramos en muchos momentos con que sólo hay una o dos personas tocando, algo falla. En las sesiones es esencial pensar en el conjunto y no en uno mismo.
Las sesiones son una gran escuela de músicos tradicionales. No es lo mismo tocar en casa o en un ensayo de un grupo. En una sesión hay que pensar sobre la marcha y al final lo que cuenta es ir entendiendo la música de igual manera que cualquier lenguaje. No importa si no sabemos articular verbalmente las notas, los acordes o los ritmos que estamos tocando si lo hacemos decentemente, de la misma forma que no hace falta que pensemos en el tiempo verbal que vamos a usar en cada frase que decimos en una conversación normal. La música es un lenguaje más.
Y hay que ser discreto, en especial si no tenemos muy claros los temas. No hay problema por no tocarlos perfectos, ni siquiera medio bien, con tal de que seamos capaces de hacerlo a un volumen que no moleste al resto.
INSTRUMENTOS
No vale todo, desgraciadamente. Cualquier cosa que pueda ahogar el sonido de los demás instrumentos debe ser tocada con mucha delicadeza o desterrada de la sesión sin más miramientos. Otros instrumentos, por su naturaleza, conviene que no estén presentes en un número mayor a uno o dos.
Violines, flautas, whistles y similares: Son el alma de las sesiones. Normalmente cuantos más, mejor. Incluimos aquí también la voz solista para canciones. No sólo de instrumentales vive el músico tradicional.
Gaitas: En general, evítense. Exceptuando la gaita irlandesa, la pequeña escocesa y la de Northumbria, el volumen del resto no permite que el resto de los músicos disfrute de la sesión.
Acordeón: Normalmente no hay ningún problema, siempre que el que lo toca sea discreto con el volumen. En algunos casos pueden llegar a alcanzar volumenes bastante altos, pero no es nada que no se pueda controlar si el que lo toca tiene un mínimo de sentido común. La concertina no da problemas.
Guitarra, bouzouki y similares: El acompañamiento siempre es bienvenido en una sesión, pero a ser posible no más de dos personas. Acompañar una sesión es mucho más libre que tocar melodía y es mucho más difícil conseguir que más de dos personas se pongan de acuerdo en tocar cosas parecidas. Lo ideal es un músico sólo o dos que se complementen decentemente. De ahí para arriba conviene ir turnándose. Tampoco está mal que los instrumentos de acompañamiento traten de tocar melodía de vez en cuando. En esta categoría podemos meter también al contrabajo o similares, que se deben de adaptar a los otros (o ellos a él) previo acuerdo.
Banjo: Un elemento muy peligroso por el gran volumen que puede tener. En manos de gente discreta no hay problemas. En manos de otros tenemos un revientasesiones en potencia.
Mandolina: El caso contrario al banjo. Normalmente se oyen demasiado poco y tienden a contribuir poco a la sesión. No plantean problema, simplemente tienden a pasar desapercibidas.
Bodhran: El peligro por naturaleza. Uno (o a lo más dos) tocados decentemente y de manera discreta le dan una dimensión adiccional a la sesión. En más cantidad o menos habilidad, acaban con ellas. Mismas guias que la guitarra.
Otras percusiones: En principio, evitar. Recordemos que las panderetas tienden a sonar demasiado alto, los djembes y darbukas suelen llegar acompañados de una persona que no conoce los temas que se tocan y que las sillas y las mesas no son intrumentos musicales.
Por regla general, basta usar el sentido común para saber si se debe o no se debe tocar algo en una sesión.
EL TEST DEFINITIVO
Si no conoces la melodía de un tema, en principio no debes tocarlo. Cuando se escucha un tema por primera vez no se debe tocar encima, basicamente porque no se puede saber por dónde van los tiros. En el caso de instrumentos de melodía esto no suele hacer falta decirlo, pero es importante en el caso del acompañamiento. A pesar de que tanto las cuerdas como la percusión es posible que puedan hacer un apaño sobre la marcha, vale más escuchar y actuar sobre seguro.
Básicamente, si un músico no es capaz de tararear la melodía, no debe tocarla. En el momento en que la conozca lo suficiente como para tararearla ya tiene el camino libre. Esto es especialmente aplicable a los percusionistas y a los guitarristas/bouzoukistas.
Continuará.
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